miércoles, 8 de junio de 2011

CÓMO LLEVAR LA TEORÍA A LA PRÁCTICA…

Aquí dejo algo que escribí hace tiempo, creo que al leerlo algunos os sentiréis como yo. Ánimo.

Cuando la persona a la que amas te dice que se acabó para siempre, sientes cómo te arrancan el corazón, cómo sale de tu cuerpo acompañado de tu alma y el mundo se te viene abajo. De repente, nada tiene valor, nada importa, todo a tu alrededor se para, tus lágrimas inundan tus ojos y te cuesta respirar de la ansiedad que te producen tus lloros… siempre lo catalogaríamos como el peor momento de nuestra vida.
Sí, es cierto que unas mujeres a otras nos damos “clases”, consejos de cómo solucionar la situación o de qué deberíamos hacer… qué fácil es decirlo, se supone que empatizando con la otra persona, poniéndose en la piel de la otra, pero ¿es realmente así? En mi opinión no, porque aquella que da la charla de cómo deberían de ser las cosas y cómo tendríamos que hacerlas, no tiene sentimiento alguno por la persona a la que amamos.
Hace unas horas mi corazón se estrujó como si de un higo pocho se tratara. No es la primera vez que sufre estos aplastamientos, pero no es tan duro como para soportar el fin cuando aún sigue latiendo fuerte.
Tiempo atrás, pensé que esto no podría volver a sucederme, que era madura y que me tomaría las cosas de otra manera, no perdería los papeles y sería mayor para afrontar la situación, pero me he dado cuenta que como el refrán, hay cosas del corazón que la razón no entiende.
En muchas ocasiones la cabeza sabe que esas cuatro palabras mencionadas por el amado deben de hacerse realidad porque, sin certeza alguna, puede que el cambio no sea malo, aunque tampoco se sabe, pero el corazón va por otro lado, un lado que en algunos casos es difícil o incluso imposible controlar, lo cual hace que sigas luchando por intentar estar a su lado. Al corazón, no se le puede engañar.
Las relaciones son siempre distintas, las hay como la gaseosa, burbujeantes nada más empezar y que pronto dejan de hacerlo; como la papilla, que van cargándose y cargándose de cosas hasta que llega un momento en qué es imposible moverla, salir de la rutina y termina; y, cómo  no, como el vino, como el buen vino, que con los años mejora y el uno aprende del otro cada día que pasa.
 En mi caso podría decir que mi relación ha sido como la papilla, tantos granitos de cosas menos gratas, de idas y venidas y, de falta de sinceridad por mi parte, han hecho que la relación se estanque, que ya no pueda ser la cuchara que la mueva porque el cansancio y las situaciones tensas que se han creado por todos esos motivos hacen que la otra parte de la historia no quiera volver a dejarme estar a su lado.
A todo esto, se suma el hecho de que por esa falta de sinceridad, la persona a la que amo no se haya enamorado ni un día de mí durante la relación y que valore ésta cómo algo no muy positivo, algo que en ningún momento le ha dado lo que él buscaba y quería.  Cada día que pasa, me doy cuenta de mis errores y cómo éstos han estropeado aquello que quería. Una historia que por un lado he intentado cuidar con todo el cariño y que por otro lado, he ido destrozando…
Ha sido una destrucción masiva, he roto lo poco o todo lo que podía haber entre nosotros. Debería haber hecho las cosas de manera menos impulsiva, pensando, respetando y cuidando con esmero aquello que jamás quería haber perdido. Se han dado muchos avisos, avisos que me deberían de haber servido para darme cuenta de lo que se avecinaría si no tomaba las decisiones adecuadas, si no tenía en cuenta a la otra persona, si me hacía la dura y mi corazón no podría hacer frente a esa decisión que sabría de antemano que no quería tomar… ahora me doy tanta cuenta de lo mal que le he hecho pasar a la persona que he tenido cerca y, que encima sin quererme como pareja ha estado a mi lado siempre, siempre como amigo y nunca me ha fallado.
Creo que me será difícil agradecérselo y más cuando no sé ni cómo empezar. Quizá ya haya hecho tanto mal que debería de dejar que todo pase para siempre y respetarle. Es difícil, complicado, pero si le quiero deberé de intentarlo, aunque me duela más. He de pensar en él, sólo en él y olvidarme de qué es lo que quiero para mí, de mí.
Es un camino con muchos obstáculos que superar, un camino duro para que la herida se pueda cerrar y no pierda a esa persona de mi vida para siempre. Sólo me queda la esperanza de que día a día esa cuesta tan empinada que tengo que subir, vaya disminuyendo su altitud para que el mal de altura no me dañe más y le haga daño a él.
Cada día que pasa, es un día de desequilibrio emocional. Puede que me levante feliz y contenta, es Navidad, pero poco a poco esa felicidad se disminuye y la tristeza se aferra a mí. No puedo dejar de recordarle a él, todo los momentos que he podido disfrutar junto a él, lo bueno que me daba, lo que me ha enseñado… en mi habitación muchas cosas me recuerdan a él, si escucho una canción, si leo unas líneas… y, la verdad es que no quiero ni puedo dejar de acordarme, mis sentimientos no han cambiado y le añoran.
He caminado sola, pensando en todo y dándome cuenta de lo que él siempre me ha pedido, cosa que no hice bien y, de lo que me pide ahora. No me imagino que pasen los meses y que llegue el día en que sólo seamos conocidos. Sé de sobra que esto me ha pasado porque no he sabido crecer a su lado en todos los aspectos y le he fallado, pero tengo un miedo inmenso a perder a una persona que me ha hecho sentirme especial, que me ha escuchado, ayudado, apoyado… que en estos años ha sido la persona con la que he vivido todo y de las pocas de mi alrededor que me ha demostrado de verdad que soy su amiga.

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